martes, 19 de junio de 2012

LA ARQUITECTURA DEL IES LOUSTAU-VALVERDE.

José Manuel Corchero Cerrón 


La historia de la arquitectura suele estudiarse a través de una serie de construcciones muy conocidas que han marcado un estilo y una época. Sin embargo, la historia de la arquitectura se refleja también en edificios, que a escala muy distinta, más pequeña, muestran muy bien el estilo y las formas de su tiempo. Eso es lo que nos proponemos hacer en las siguientes líneas al estudiar la arquitectura de nuestro centro, fiel reflejo de las tendencias que se desarrollaron en España en la época en la que fueron construidos: la década de 1960.

El actual IES Loustau-Valverde surge de la suma de dos centros diferentes, el Instituto de Bachillerato José María Valverde y el de Formación Profesional José Loustau. Cuando a comienzos de la década de 1990 se unieron ambos en una sola entidad, aportaron los edificios que se habían diseñado para cada uno de ellos. Por ello, aún hoy resulta muy evidente las diferencias entre las distintas construcciones que forman el centro, al tener orígenes y funciones diferentes. Lo curioso es que la construcción del Instituto de Bachillerato y la del centro de F. P., o como entonces se llamaba, Escuela de Maestría, son prácticamente contemporáneos, aunque sus arquitectos mostraron en ellos estilos completamente opuestos y diferentes. Esto sin embargo, no resulta extraño para la época en la que se edificaron, en la cual la arquitectura española mostraba la convivencia de varias corrientes diferentes.

Una de las corrientes aún vigentes en la arquitectura de los años 60 del pasado siglo era aquella que había tenido especial desarrollo durante los primeros años del franquismo y que recibe distintas denominaciones como neoimperial o estilo nacional. Se trataba del último capítulo de los llamados estilos historicistas que surgieron en el siglo XIX, y que ya prácticamente habían desaparecido de Europa, pero que en España pervivían bajo este modelo. Este estilo historicista tenía un fuerte sesgo ideológico, pues se trataba de emular en cierta medida la arquitectura española de los Austrias, época de la que el franquismo se consideraba heredera o continuadora. Por ello, se construyeron muchos edificios que respondían a ese espíritu, siendo quizás el más representativo el Ministerio del Aire en Madrid (de Gutierrez Soto, 1942-1957). No obstante, este estilo nacional no es completamente ajeno a las vanguardias arquitectónicas del momento, lo cual se aprecia en cierto gusto por la racionalidad y la ausencia de motivos decorativos. En este estilo se va a construir el Instituto de Bachillerato de Valencia de Alcántara. Los autores plantearon un esquema que seguía el modelo de palacio barroco español cuyo origen se remonta a El Escorial: forma cuadrangular en torno a un patio, torreones en los ángulos y una capilla al fondo del patio marcando el eje central. El material utilizado en el exterior es el mismo que en la arquitectura barroca del siglo XVII, el ladrillo. Los cambios que introdujeron los arquitectos al diseñar el instituto fueron en el sentido de que las torres que enmarcaban la fachada sobresalieran solo en planta y no en altura. Más original fue convertirlas en vestíbulos de acceso al centro, en lugar de situar la puerta principal en el centro de la fachada. Además en estas torres irán alojados los cuerpos de escaleras que dan acceso a la planta alta. Un acierto fue el que para contrastar con la sobriedad y macicez de estos elementos se situaron unas vidrieras que ocupaban el frente de estas torres. Las vidrieras se concibieron de colores, alternando azules, amarillos, verdes, etc.

El proyecto inicial sufrió, no obstante, algunas modificaciones. Así, el espacio destinado a capilla acabó convirtiéndose en gimnasio. El resto de cambios vendría más tarde. A finales de la década de 1980 se construyó un porche en la fachada principal y poco después dos aulas en el centro del patio. Ya a comienzos del siglo XXI se sustituyeron lo que restaba de las vidrieras originales por otras sin color y más anodinas.

Por su parte, el edificio que fue centro de Formación Profesional responde a un lenguaje más moderno, en conexión con el estilo internacional que entonces triunfaba en occidente. Frente a la planta cerrada del Instituto de Bachillerato, aquí se concibió una serie de edificios que generan patios abiertos por varios lados. Estos edificios con tendencia a optar la forma de L se unen unos a otros a través de pórticos de cubierta plana y sostenidos por pilares de hierro o a través de pisos en voladizo bajo los cuales es posible la circulación. Es un esquema, este de planear un edificio con distintos módulos y adoptando estas formas, que ya había sido planteado en obras como la Bahaus (de Gropius, 1923-1925), cuya influencia, como se aprecia, continuaba en los años 60. En esos años triunfaba también el llamado Brutalismo, un estilo cuyo precursor fue Le Corbusier (1887-1965), y en el que se apostaba por mostrar los materiales constructivos en estado bruto. Una de las formas más populares de mostrarlo es en el lucimiento de los muros, que se resuelve a través de paletadas de cemento u hormigón, sin pulir, formando así unas paredes de superficie rugosa que nos deja ver claramente el material. Así lo podemos apreciar en el antiguo centro de F. P. donde este uso casi artesanal rompe o contrasta felizmente con las líneas frías y rectas con las que se diseña el edificio. Es por tanto, una obra en la que sin duda se advierte la influencia de otros centros educativos de arquitectura novedosa que se construían en esos años en el entorno, como es la Universidad Laboral de Cáceres (de López Zanón y Laorga Gutierrez, 1964-1967).

Por último, a comienzos de la década de 1990 se concibió un tercer núcleo o edificio destinado a aulas y administración del centro que en su uso del ladrillo rinde homenaje al antiguo edificio de Bachillerato junto al que se sitúa. El arquitecto mostró también su carácter creativo al concebir un original pórtico de entrada en ángulo, como si fuera la proa de un barco. En síntesis, los edificios de nuestro centro ejemplifican muy bien la arquitectura que se desarrollaba en España durante los años 60 del pasado siglo. Estas líneas que acabamos de desarrollar deben, y ese es nuestro propósito, servirnos para advertir que la arquitectura, el arte en suma, no está sólo en las grandes obras, sino también, como la belleza, en las pequeñas.

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